UN
DÍA EN LA CIUDAD
Un caballero de poca estirpe busca a un herrero
para comprar una espada.
Después de varias semanas de viaje, llegó a una ciudad amurallada
sobre la margen de un río. Recuerda que cuando era niño, esa zona era un cruce
de caminos con solo un puñado de casas y un mercado.
Cruzó el puente y atravesó la puerta. Una vez dentro un
muchacho joven le comenta “-_debes quedarte un año y un día y serás
libre de tu señor.” El caballero acentuó con su cabeza y siguió. No
cabe duda que luego de semanas de viaje su aspecto no era el de un caballero y
fue confundido con siervo escapado de su feudo.
Caminó por la calle que iba al mercado. Al llegar allí quedó maravillado con todas las mercancías. Los banqueros tenían sus mesas llenas de
monedas diversas. Estos eran conocidos como prestamistas y por guardar el
dinero. Cobran por guardarlo y también por prestarlo. Desde luego cobra un
extra por su gestión. A esa cantidad se le llama interés.
Luego preguntó a un comerciante de lanas donde podía
encontrar a un herrero, a lo que el señor respondió señalando con su dedo “_ve
a la calle de los herreros, pasando la de los zapateros y los panaderos.” Se
dirigió al primer edificio que encontró. Allí, desde la puerta lo atendió el
dueño del taller de herrería. Mientras conversaban y le explicaba lo que
necesitaba, el herrero le contó que era un maestro en su oficio, miembro del
gremio de los herreros. Los gremios vigilan por la calidad de los productos,
fijan el justo precio y prohíben la competencia. Comentó además el maestro, que
allí trabajaban dos artesanos calificados también, un obrero asalariado y un aprendiz
del oficio.
El caballero realizó su transacción económica, saludó
cordialmente al herrero y se marchó. Antes de abandonar la ciudad, le llamo la
atención un hombre tirado a un costado de la calle del mercado, que repetía una
frase una y otra vez “_el aire de la ciudad hace libre”,
repetía y repetía. Por lo cual el caballero curioso le pregunto si le pasaba
algo y el hombre contestó: “_desde que el rey le concedió libertades a
esta ciudad por lo cual daba el privilegio de gobierno propio y escapar del
control del señor feudal, lo que durante a algún tiempo fue participación de
todos los habitantes para elegir a nuestros alcaldes, con los años se convirtió
en la exclusividad de una clase. Nos gobierna una agrupación de ricos,
mercaderes y banqueros que excluyen a la mayoría de los ciudadanos de los
cargos públicos, incluso a los artesanos y pequeños comerciantes.” Además
le contó que había sido siervo y que se había fugado de su señor feudal,
refugiándose en la ciudad. El hombre, que no tenía trabajo ni casa de repente
se perdió entre la multitud y no se vio más.
El caballero se marchó rápidamente y fue pensando en la
frase que repetía una y otra vez ese pobre señor “el aire de la ciudad te hace
libre” se repetía ahora en la cabeza el caballero, hasta que frena de golpe a
su caballo y dice en voz alta “_el aire de la ciudad hace libre, pero
solo a una minoría”.
FIN
Practicante Pablo
Buzzi. Liceo N°20/ 2°3
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